Para innovar hacen falta innovadores

Si me pagasen por pensar (cosa que, como dice mi amigo Fernando, gracias a Dios no ocurre) y me pidiesen montar un equipo de trabajo para buscar salidas a sectores en declive contraria sólo innovadores, emprendedores y gente con mucha imaginación.

No se puede pretender que hombres apegados a los procesos y a los procedimientos, acomodados en despachos, con las cuentas de pérdidas y ganancias en la mesilla de noche y con una vida «de bien y de orden» puedan innovar. Es imposible. Su función no es innovar, es justo lo contrario. Son el contrapeso, la reacción, «lo malo conocido que lo bueno por conocer».

Un equipo innovador debe estar integrado por innovadores y respetar su modelo de pensamiento y creación. Su labor es generar ideas, vectores de potencial desarrollo sin estar apegados a los resultados a corto o los costes de inversión. Ese es trabajo para otros. Ellos deben poner sobre la mesa las ideas, las intuiciones, los sueños o las ensoñaciones sin sentido. Deben olvidar los juegos de poder, lo posible, lo correcto o lo rentable.

Sus ideas deben brotar con energía suficiente para despegarse de lo cotidiano y predecible y bucear en el intrincado mundo del futuro imperfecto.

¿Y después? ¿Quién gestiona las ideas?

Sin duda, ahí estarán los ejecutivos sesudos, pragmáticos y realistas…pero todavía no entran en acción. Deben permanecer en el pasillo mientras técnicos evalúan costes, contrastan las ideas, buscan referencias y establecen calendarios. Ellos también deben estar libres de corsé mediocres. Sus informes, entonces sí, deben caer en manos de «los hombres de negocio» y, con el impulso adecuado, lanzarse a buscar nuevos mercados, nuevos productos…o, lo que suele ser más habitual, enterrar el dossier bajo toneladas de aburrimiento y rentabilidades a corto plazo.